Muchas jornadas sin escribir significa mucho que contar, así que me podré a ello sin más preámbulos para intentar describir la abrumadora cantidad de cosas que esta ciudad me ha ofrecido en las últimas semanas.
El tiempo es inmejorable. No hace aún un calor agobiante e incluso algunos días refresca y llueve,como hoy, pero la temperatura es primaveral, el sol luce en lo alto la mayoría del tiempo y la brisa que nunca cesa en esta ciudad se agradece más que nunca. La ciudad ha despertado del todo, las calles son un hervidero de gente, local o foránea, habitual o turista. Las fuentes disparan chorros por doquier, los monumentos brillan de nuevo tras un necesario lavado de cada, en cada esquina del centro hay un músico tocando más por gusto que por dinero. Definitivamente, esta Rusia es otra.
También he tenido más tiempo y ganas de salir, y eso me ha supuesto, aparte de un mayor gasto económico, un mayor conocimiento de la cultura y de las gente rusas. Sigo pensando que tenemos más en común con esta población que con otros muchos países europeos. Por ejemplo, les encanta el botellón. Ha sido llegar el buen tiempo y comprobar como el ver gente con cervezas por la calle es algo habitual. Al lado de los canales, en los parques, en parejas, solos, en grupo...todo el mundo está con la cervecita de la mano, y eso que me han asegurado que aquí es ilegal. Pero como también me han afirmado, todo depende del grado en que quieras untar al guardia de turno. Aún así, también creo que la peña aquí tiene menos control que en España, no ya los adolescentes, sino los adultos porque, al igual que los peces en el río, beben y beben y vuelven a beber hasta perder el sentido, solitarios, meláncolicos y turbados. Eso también es Rusia, y desde luego que jamás he visto tanto borracho a diario como aquí.
También los puestos de comida ambulante se han disparado, lo que ha supuesto una alegría para mí y mi bolsillo. He probado dudosos manjares auctóctonos y he podido comprobar como aquí echan apio en casi todo. Y al pagar ocurren dos cosas muy curiosas: Una, siempre rompen el ticket antes de entregártelo, y dos, si pagas con un billete de más de mil rublos cuentan la vuelta delante de tu cara, como si no te fueras a fiar de antemano del cambio.
En uno de mis últimos gran paseos descubrí por azar algo bastante curioso: el estadio del Zenit. Sin ser muy grande ni especialmente vistoso, preenta una característica que lo hace muy peculiar: está rodeado completamente por agua, en una isla a la que sólo se accede por un puente. También se empieza a respirar más ambiente de fútbol en la ciudad ante la inminente llegada de la eurocopa en la que estará Rusia. Como digo siempre, el fútbol es el lenguaje más internacional que existe.
El día 9 de Mayo fue el día de la Victoria. Es algo que no tenemos en España, ya que no participamos en la segunda guerra mundial y este el dia de homenaje a los paises vencedores. La ciudad se engalonó de sobremanera aunque no pude ver el desfile ya que fue excesivamente pronto y nadie sabía la hora exacta. El día 27 del mismo mes, el pasado finde, fue el aniversario del nacimiento de la ciudad y de nuevo San Petersburgo lució sus mejores galas y múltitud de espéctaculos tuvieron lugar durante el sábado y el domingo. El sábado, durante los festejos, pude ver con mis propios ojos como turov, el creador del facebook ruso (vk.com) arrojaba billetes de 500 rublos desde el apartamento en donde están alojados los servidores en plena Nesvky y cómo la gente se peleaba por pillarlos cual populacho medieval embravecido. Un espectáculo asombroso y denigrante.
Las noches blancas ya están aquí. Aún anochece algo, pero la claridad del día llega ya hasta pasadas las 12.30 de la noche, y a eso de las 5.00 de la mañana ya es completamente de día. Para este finde auguro 24 horas de claridad, algo que los sanpetersburgueses llevan esperando todo el año. esta foto es de la Nevksi Prospeckt a las 11.00 de la noche, y ya tiene un par de semanitas:
Hace una semana aproveché mi último martes libre para ir a Peterhoff de una vez por todas. La expectación merecía la pena. El sitio no defrauda para nada. Para los que no lo conocen, Peterhoof es una ciudad situada a unos 28 kilometros al oeste de San Petersburgo al junto a la costa del Golfito de Finlandia (es que no es ni un golfo, es como un lago). Pero lo famoso de ese lugar no es la ciudad de en sí, sino un conjunto de jardines y palacios a la orilla del mar que supuso la casa de veraneo de diversos zares rusos siglos atrás. Pedro el grande, cuya ambiciónes y ansia viva no tenían límites, copió este palacete de Versalles y la verdad que el resultado es abrumador. El palacio no está mal, pero lo que de verdad impone son las múltiples fuentes que adornan los jardines, especialmente aquellas que forman parte de la cascada que baja desde el palacio hasta llegar al mar a través de un canal cruzado por puentes. El lugar merece la pena.
Tampoco está nada mal la catedral ortodoxa de la ciudad, fuera del recinto palaciego:
Mi trabajo en Anespa va llegando a su fin. Los cursos de inglés van finiquitando, especialmente los de los chicos, ya que a estas alturas ya han acabado la escuela. Por ello, el pasado domingo hicimos una ceremonia de clausura estilo americano en un parque que salió regular aunque la intención era buena. Es lo que suele pasar en esta empresa. Aunque lo mejor vino después: los profes tuvimos el evento de empresa que consistió en un picnic campestre, bastante dominguero pero agradable a pesar de los mosquitos dragoneros típicos de esta zona.